La empresaria turística Ana Llano, propietaria de una casa rural de dieciséis habitaciones en Cangas del Narcea (Asturias), confiesa estar descolocada ante la marcha de la actual temporada de verano, clave para la recuperación de la economía española. “La campaña del 2020 fue excepcional para las zonas de montaña y rurales, mucho mejor que antes de la pandemia, pero este año vemos una demanda mucho más irregular, de muy última hora, la primera quincena de julio fue mal, con una ocupación del 30%; ahora lo tenemos todo completo hasta mediados de agosto, pero a partir de ahí la incertidumbre es total, cuando el verano pasado íbamos con las reservas a tope con semanas de antelación”, explica sorprendida. La Federación Asturiana de Turismo Rural corrobora este diagnóstico.
En la Costa Brava la sensación también es agridulce. “Estamos subidos en una montaña rusa”, describe Miquel Llorenç, director de un pequeño hotel en esta zona catalana. Las buenas perspectivas con la que empezó junio y la primera semana de julio se derrumbaron con el avance de la variante delta y el aumento disparado de contagios en Catalunya. “A partir de la segunda semana de julio empezamos a recibir cancelaciones constantes, de clientes franceses sobre todo, y de británicos a través de turoperadores, agosto se va recuperando con el turista interno y algo de internacional, vamos mejor, pero no tanto como calculábamos a principios de verano”, continúa resignado Llorenç.
Cruzado el ecuador de la temporada, la locomotora turística avanza, sí, pero a un ritmo menor del esperado que amenaza con lastrar las previsiones económicas. “Los flujos de viajeros y el gasto no evolucionan de una forma tan favorable y la temporada se ha enfriado un poco, aunque el gasto en restauración y hoteles sigue creciendo a un ritmo destacable”, subraya María Romero, socia directora de Economía de Afi.
Los análisis manejados por Afi marcaban un volumen de actividad turística del 40% respecto a niveles precovid, “un buen dato y realista”, señala Romero. La analista avisa que, de seguir la tendencia de esta última semana, la actividad se situaría en un 30% para el conjunto de España y la aportación del sector turístico al crecimiento podría reducirse unas tres décimas. “La industria de los viajes va a contribuir a la recuperación económica porque veníamos de muy abajo, pero quizás no con la intensidad esperada”, vaticina.
Los contagios desbocados y las llamadas del Gobierno francés o británico a evitar Catalunya han hecho mella en la Costa Brava. “Este julio ha sido más flojo que el del 2020, Francia es nuestro principal mercado emisor de viajeros y las restricciones han sido fuertes”, detalla Antoni Escudero, presidente de la Federació d’Hostaleria de les Comarques de Girona. La ocupación de los alojamientos turísticos en esta zona roza ahora el 55% y puede crecer hasta el 65% a finales de mes. Ahora bien, la falta de turistas extranjeros no afecta a todas las empresas por igual. “Lo están sufriendo los hoteles más que los campings o las casas rurales, más aún los de grandes dimensiones, orientados a la turoperación”, sigue Escudero, que lamenta el retraso de las ayudas directas a las empresas en apuros.
Kilómetros más abajo, en la Costa Daurada, ven el vaso medio lleno. El verano del 2020 fue catastrófico, con una actividad que apenas alcanzó el 30% de niveles precovid. “Esta temporada, en cambio, hemos doblado y rozamos el 65%”, calcula Xavier Guàrdia, portavoz de la Federació Empresarial d’Hostaleria i Turisme de Tarragona. En este área, donde el turismo aporta el 25% del PIB, el impulso del viajero nacional se suma ahora a la llegada paulatina de extranjeros, sobre todo franceses y belgas. “La pasada campaña nos fue tan mal que ahora lo vemos todo con más optimismo, aunque no creemos que la actividad se normalice hasta entrado el 2022”, matiza.
Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, coincide en que la llegada de turismo internacional no está cumpliendo las expectativas, pero sostiene que el fuerte tirón del consumo interno está ayudando a mitigar esta ausencia. “El desembolso del ahorro acumulado durante la crisis es mayor del esperado y compensa parte de la falta de turismo extranjero”, asegura.
La pandemia ha cambiado radicalmente el perfil de cliente que llega a los principales centros vacacionales del país. En Benidorm, destino predilecto del viajero británico (40% de la demanda precovid) ahora apenas se oye inglés. “Estos días, el 83% de nuestros clientes son españoles, es lo nunca visto”, comenta Nuria Montes, secretaria general de la patronal hotelera Hosbec. La ocupación alcanzará en la zona de Alicante el 65%-70% estos días, pero Montes recuerda que esta cifra se ha de poner en contexto. Muchos hoteles permanecen cerrados porque el turismo interno no da para llenarlo todo. En Benidorm, por ejemplo, están cerradas 10.000 de las 40.000 plazas hoteleras disponibles. En Mallorca, en cambio, el 88% de la planta hotelera ha abierto ya con ocupaciones de hasta el 65%, señala María José Aguiló, Vicepresidenta de la Federación Empresarial Hotelera de la isla.
Con todo, el sector aún confía en poder cerrar un mes de agosto “aceptable” y alargar hasta septiembre si la pandemia no vuelve a descontrolarse. De ello dependerá la supervivencia de decenas de empresas.
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