La tasa de inflación interanual de la eurozona escaló en el mes de julio tres décimas, hasta el 2,2%, en comparación con junio. Es el dato más elevado desde finales de 2018, según los datos publicados este miércoles por la oficina de estadística comunitaria, Eurostat. Habría que remontarse al octubre de hace tres ejercicios, cuando la tasa subió un 2,3%, para encontrar una cifra mayor. Los números, que confirman la estimación preliminar publicada el pasado 30 de julio, evidencian la escalada de los precios en los países que comparten moneda, ya que tan solo un año antes, en julio de 2020, el alza era solo del 0,4%. En los meses posteriores, además, se llegaron a registrar variaciones negativas del 0,2% y el 0,3%.
En el conjunto de la Unión Europea (UE), por su parte, la inflación llegó en julio al 2,5%, tres décimas más que lo apuntado en junio y muy por encima del 0,9% detectado un año antes. Es además la mayor subida en la Unión en casi una década, ya que habría que remontarse al ejercicio 2012 de la serie histórica para encontrar un alza superior.
La subida de los precios en la eurozona casa a grandes rasgos con el objetivo recogido en la nueva política monetaria adoptada por el Banco Central Europeo, dispuesto a levantar la mano y ser más flexible cuando los precios avancen por encima del 2%. Según anunció el pasado mes de julio la presidenta de la institución, Christine Lagarde, el 2% dejará de ser un techo que no pueda sobrepasarse. “La nueva estrategia contempla un objetivo de inflación simétrico del 2% a medio plazo”, señaló en julio el BCE, dando a entender que no endurecerá de forma automática su política monetaria si el IPC supera esta tasa.
Tradicionalmente, aunque no siempre con éxito, la institución había intentado que la inflación se aproximase, aunque sin llegar, al 2%. Hoy, el BCE considera que las cifras inferiores a esta ratio son tan perjudiciales para la economía como las superiores. Con todo, el organismo capitaneado por Lagarde asume que de forma transitoria la inflación podría situarse por encima del objetivo marcado. Mientras la escalada sea temporal y circunstancial, añaden, no hay riesgos que empañen la recuperación económica de los diferentes países.
En España, según los datos que recoge Eurostat, la tasa aumentó cuatro décimas, desde el 2,5% en junio, hasta el 2,9% de julio. En ese caso, se trata del dato más elevado desde febrero de 2017, cuando la inflación llegó al 3%. En el resto de países, las mayores cotas se dieron en Estonia (4,9%) y Polonia y Hungría (ambas, del 4,7%), mientras que las menores se registraron en Malta (0,3%), Grecia (0,7%) e Italia (1%).
En comparación con el mes de junio, la tasa de inflación aumentó en 16 países de la eurozona, cayó en nueve y se mantuvo estable en dos, mientras que en ningún país la variación fue negativa.
Por componentes, según recoge Eurostat, la mayor contribución a la inflación interanual de la eurozona en julio vino sin duda de los precios de la energía, con la electricidad registrando máximos en varios países, incluyendo España, durante el mes de julio, primero, y de agosto, después. El alza interanual para este componente en el séptimo mes del año fue del 14,3%. Tras la energía, ya a mucha distancia, se situaron la comida, el alcohol y el tabaco (1,6%), los servicios (0,9%) y los bienes industriales no energéticos (0,7%). La inflación subyacente, que excluye el efecto de los precios de la energía y los alimentos frescos por ser los más volátiles, se mantuvo sin cambios con respecto a junio, en el 0,9%.
Por contribuciones a la inflación, según los datos de Eurostat, la energía aportó 1,34 puntos porcentuales. El resto de los componentes oscilaron entre los 0,09 de la comida no procesada y los 0,35 de la comida, el alcohol y el tabaco.
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